viernes, 8 de junio de 2018

África

Por Antonio F. Araujo M.

Lugar de muchos; tierra de nadie,
donde sus vidas han sido marcadas con sangre.
Lugar de sueños; pero muy lejos de su alcance,
donde las pesadillas se sujetan hasta su último instante.

Lugar escondido que ha sufrido,
que ha dormido en la más profunda oscuridad,
que ha respirado la más terrible enfermedad,
que ha vivido, conforme de algunos y su piedad,
que ha llorado los desplantes del mundo y su sociedad.

Tierra que se desvanece por la ambición,
Tierra, que de todos, espera una solución;
que sea el agua el que llene sus vasos,
y no sus lagrimas las que llenen el vacio de  sus almas.

Niños que piden que sus estómagos sean colmados de alimentos,
Jamás de bacterias, de pólvora, ni sus bocas saturadas de insectos.

Sus corazones lo piden,  sus almas lo gritan;
que sus tierras generen alimentos para alimentar sus cuerpos
Y que no sean sus órganos; el abono para sustituir el estiércol.

Ni la naturaleza recuerda que una vez fuiste prospera y bella,
cuando el marfil y los diamantes sólo eran caminantes de la selva.
Cuando en sus campos los niños corrían detrás de las cebras,
y el cielo brillaba con luz de esperanza para todas las siembras.

¡Oh, mi querida África! Deseo ayudarte y no sé cómo
¡Oh, mi querida África! ¿Qué puedo hacer yo?
¿Qué puedo hacer para calmar los gritos incesantes de todos tus pueblos?

No puedo ser sordo ante tu suplica de humanidad.
No puedo ser ciego ante tu terrible verdad.
No puedo ser egoísta, conociendo tu gran necesidad.  


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