Por Antonio F. Araujo M.
Bajaron
dejando sus techos rotos,
para
anidarse en mesas sin oxígeno.
Allá
los vieron desfilando,
recorriendo
largos caminos.
Como
mulas marchaban,
tapizados
de rojo rojito.
Acercándose
a un precipicio,
acompañados
de hambre
saltaban
con sus platos vacíos.
Cuando
los estruendos se escuchaban,
y las
tripas chillaban
como
un muchacho chiquito.
Soñar
era un sueño;
Sólo
se soñaba con un plato de tocino.
Y la
perrarina alimentaba,
¿A
quién?
Si
cuesta más de dos ojos un kilo.
Hasta
las hormigas pasaban hambre,
Sus
lomos llevaban platos vacíos.
Cargaban
cadáveres de nadie;
los
cuerpos de los fantasmas caídos.
Los
fogones humeaban el sabor del aliento,
el
olor de la desigualdad que ya no existía,
todos
eran iguales;
Eran
hambre.
Somos
hambre.
Somos
platos vacíos.