Por: Antonio F. Araujo M.
El vacío
de la noche que sólo deja el llanto
de
las bombas lacrimógenas, y las lágrimas
de las
madres cuyos hijos no regresan.
Han
sido avasallados por la maldad
de
quien gobierna las tanquetas.
Por
la mano fuerte de la dictadura,
que
con su yugo despiadado asesina las protestas.
¡Llorad!
¡Llorad! sin ninguna vergüenza.
Las lágrimas
no se secarán,
aunque
el alma se desvanezca.
¡Llorad!
¡Llorad! sin temor a la tristeza,
Las
almas de vuestros hijos
descansarán
en la lucha de quien les preceda.
¡Llorad!
¡Llorad! hasta que la ira desenfurezca.
Hasta
que los tambores de la libertad
caminen
en el campo que una vez fue primavera.